En tiempo de Adviento
Con ocasión del Día Internacional de los Derechos
Humanos:
Mensaje de la Iglesia de la diócesis de Tánger
Sobre migraciones y fronteras del sur de Europa
“El
Señor doblegó a los habitantes de la altura y a la ciudad elevada; la humilló,
la humilló hasta el suelo, la arrojó al polvo, y la pisan los pies, los pies
del humilde, las pisadas de los pobres” (Is 26,5-6).
“Todo
individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su
persona” (Declaración Universal de Derechos Humanos 3).
“Nadie
será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes” (Declaración
Universal de Derechos Humanos 5).
“Toda persona tiene derecho a salir de
cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país” (Declaración
Universal de Derechos Humanos 13,2).
En tiempo de Adviento para ella, cercano el Día
Internacional de los Derechos Humanos, la Iglesia de la Diócesis de Tánger, con la fuerza de la fe, la
esperanza y el amor de sus hijos, pide que esos derechos, que han sido
reconocidos como universales y que han de ser respetados con todos, “sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma,
religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o
social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”, sean respetados de modo escrupuloso
y discriminatoriamente positivo con quienes, por hallarse en situación de mayor
vulnerabilidad, necesitan mayor protección.
Esta comunidad eclesial es testigo asombrado y apenado
de que, en las fronteras del sur de Europa, son vulnerados no pocos de los artículos
incluidos en la Declaración Universal
de los Derechos Humanos. Nadie puede considerar respetuoso con la dignidad de
las personas y con “su derecho a salir de cualquier país, incluido el propio”,
el que, en veinte años, las fronteras se hayan cobrado la vida de más de 20.000
jóvenes.
Las medidas adoptadas hasta ahora por los Gobiernos de
los países europeos para el control de las fronteras del sur, han sido y son un
fracaso político y humano, pues dejan a los emigrantes en una situación de
abandono, y transforman en sarcasmo sus proclamados derechos “a la vida, a la
libertad y a la seguridad”.
Desde la fe, con esperanza, y por la caridad que nos
une a quienes padecen las consecuencias inhumanas de esas medidas, como
Iglesia:
1. Denunciamos
el sistema Europeo de vigilancia de fronteras, Eurosur, cuyo “objetivo principal” es “prevenir la inmigración irregular, el crimen
transfronterizo y las muertes en el mar”, o, como han expresado otros: “mejorar la detección,
prevención y lucha contra la inmigración irregular y la delincuencia
organizada”.
Lo denunciamos porque:
a. Asocia inmigración y crimen, inmigración
y delincuencia, lo que evidencia un inaceptable juicio negativo sobre los
emigrantes y favorece el desarrollo de sentimientos xenófobos en la sociedad.
b. Prevé la colaboración de las
autoridades nacionales en un intercambio de información que puede lesionar los
derechos de los emigrantes a la protección de sus datos personales.
c. Privilegia objetivos de
control y represión, que harán fácil y legítima la violación de los derechos de
los emigrantes, incluido el derecho a la vida. Evidencia de esto son los 3.530
millones de euros que “los países miembros de la Unión Europea van a recibir,
entre 2014 y 2020, para reforzar sus fronteras exteriores”. Es escandaloso que
las fronteras y su seguridad sean más importantes que las personas y sus
derechos.
2. Denunciamos
el doble lenguaje de quienes deciden las políticas de fronteras. Puestos ellos también, después
de Lampedusa y sus muertos, ante la evidencia de centenares de víctimas de la
miseria humana y de leyes que la agravan, se apresuraron a manifestar
sentimientos de pesar y voluntad de evitar en el futuro tragedias semejantes, voluntad
que se ha concretado en la creación del sistema EUROSUR. Es decir, que a la
necesidad y esperanzas de los emigrantes, se responde una vez más con medidas
sobre todo represivas, que los empujarán a asumir en sus caminos cada vez
mayores riesgos, incluido el riesgo siempre más alto de perder la vida.
3. Denunciamos la presencia de
concertinas con cuchillas en las vallas de Ceuta y Melilla. Estos elementos de
control de fronteras representan un atentado a la integridad física de los
emigrantes: esas cuchillas cortan, lesionan, mutilan, y no son coherentes con el
deber que todos tenemos de respetar los derechos de hombres, mujeres y niños de
África en su camino hacia los países de Europa.
4. Denunciamos
la obsesión por la seguridad de unos a costa de la salud de otros, puede que a
costa de sus vidas. Se entiende que un Gobierno ha de garantizar con medios apropiados la
seguridad de los ciudadanos en el territorio de la nación. Pero esos medios
dejan de ser apropiados, su legitimidad se desvanece, cuando usarlos significa
privar a otros del derecho fundamental a la salud, al bienestar, a la
alimentación, al vestido, a la vivienda, a la asistencia médica, a los
servicios sociales necesarios. Las
condiciones de vida en los países de origen y las leyes de protección de
fronteras en Europa empujan a hombres, mujeres y niños de África a un infierno
interminable de soledad y clandestinidad por los caminos de la emigración.
Denunciamos que se oculten sus sufrimientos; denunciamos que, bajo pretexto de
seguridad, se destinen cantidades ingentes de dinero a multiplicar esos
sufrimientos, a hacer más difícil la situación de esa humanidad extenuada, a
hacer que esos empobrecidos sean más prójimos de la muerte que de nosotros;
denunciamos que a los emigrantes, a quienes nosotros mismos hemos hecho
irregulares, se les obligue a la marginalidad en los países de tránsito, se les
persiga como delincuentes, y se les empuje a la muerte.
5. Denunciamos
la supeditación de las personas a intereses económicos. A nadie se le oculta que el
criterio principal, por no decir único, para regular la entrada de emigrantes
en un país, es el del beneficio económico que le pueden reportar. Esa
supeditación de lo humano a lo económico deja sin protección derechos
fundamentales de las personas, como son: el derecho a la vida, a la libertad, a
la seguridad; el derecho a que nadie se vea sometido a esclavitud; el derecho a
que nadie sea víctima de trata; el derecho a que nadie sea tratado de forma
cruel, inhumana o degradante. Y denunciamos que, por intereses económicos, esos
derechos universales sean derechos no vigentes en los caminos de los
emigrantes.
Ni las medidas adoptadas hasta ahora por las
autoridades europeas y españolas para el control de fronteras, ni otras más
costosas que se puedan adoptar, impedirán que a esas fronteras sigan llegando pobres
en busca de futuro: No hay cuchillas que frenen el ansia de vivir, no hay cuchillas que puedan intimidar más que el
hambre y la miseria, nada pueden perder quienes nada tienen. De ello son
testimonio hombres, mujeres y niños que entre nosotros, a los ojos de este
Iglesia que peregrina en Marruecos, esperan una oportunidad. Gastar dinero en
destruir esperanzas es la peor de las inversiones.
Pero no se trata sólo de una mala inversión, es
también una terrible irresponsabilidad, pues en las fronteras se multiplican
sufrimientos y muertes. “¿Quien es el responsable de la sangre de estos
hermanos y hermanas? Ninguno. Todos respondemos: yo no he sido, yo no tengo
nada que ver, serán otros, pero yo no. Hoy nadie se siente responsable de
éstos, hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna, hemos caído en
el comportamiento hipócrita" (Palabras del Papa Francisco en Lampedusa).
Por sentido de responsabilidad, por amor a la
justicia, por respeto a nuestros hermanos emigrantes, pedimos a quienes tienen
autoridad para hacerlo, que, en el ejercicio de esa autoridad, dispongan la
retirada inmediata de las concertinas instaladas en las vallas de Ceuta y
Melilla, por tratarse de instrumentos que violan derechos fundamentales de las
personas y en nada favorecen el deseado desarrollo moral, cultural y económico
de la sociedad española y de la Unión
Europea. Las cuchillas sólo causan dolor y muerte.
Tánger, 5 de diciembre de 2013.
Memoria de un emigrante, muerto en
Tánger, durante una redada policial.
Con la esperanza de que algo así nunca más vuelva a suceder.
+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo de Tánger
(Siguen firmas y sellos de las diversas instituciones
de la Misión Católica
en la diócesis de Tánger)