viernes, 20 de febrero de 2015

Cuaresma
Camino de formación del Corazón...
Chema Segura, sj.
Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2015.
Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.
1.    Tiempo de renovación: La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno/a, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede.
2.    Revestidos de Cristo: El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres.
3.    Déjate cuidar: La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero después entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Sólo podemos lavar sus pies a otros quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo.
4.    La Iglesia es Comunión de los Santos porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es comunión de cosas santas:…En esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos.
5.    Ser signos de Dios para otros: La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad. El sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos.
6.    No tienes que ser perfecto/a. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.
Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los guarde.
Vaticano, 4 de octubre de 2014. Fiesta de san Francisco de Asís.

Déjate servir por Dios.
Deja que Dios sane las heridas de tu corazón.
¿Tienes sed?, ven a beber agua, ¡es gratis!
¿No tienes dinero?¿No tienes méritos que presentar al Padre Dios?, no pasa nada estamos en tiempo de GRACIA: “venid, y de balde adquirid trigo, y comed”; ¡sin pagar nada! “adquirid vino y leche”.

Es CUARESMA, tiempo de llenarse de lo que de verdad importa,
“¿Por qué dar dinero a cambio de lo que no es pan?¿Por qué dar vuestro salario por algo que no deja satisfecho?”
Haz un hueco para que el Señor entre en tu rutina, en tu sed, en tu hambre y te renueve.
“Oídme bien y comeréis buenos alimentos, comeréis cosas deliciosas. Venid a mí y prestad atención, escuchadme y viviréis.”
CUARESMA es tiempo de regenerarse dice el Papa Francisco,
Vuelve a casa, porque el Señor está a la mesa y te espera: “Vamos a volver al Señor: él nos despedazó y nos sanará, nos hirió y nos vendará la herida. En dos días nos hará revivir, al tercer día nos restablecerá y viviremos en su presencia.”
Es tiempo de recordar,
de volver a dejar que la Palabra resuene en nuestro corazón, tiempo de espera confiada en que el Señor viene para salvar “como la lluvia, como aguacero que empapa la tierra”. Y no te agobies por toooodo lo que vas a cambiar y tooodos los propósitos de Cuaresma que lo que el Señor quiere es “lealtad” no sacrificios vacíos, “conocimiento de Dios” y no perfeccionismos ofrecidos como “holocaustos.” (Os 6,1-6). 
No es tiempo de temer,
mírate sin miedo porque estás ante el Señor de la Misericordia. El compasivo es Quien te acompaña en tu caminar hacia la Pascua. Estás ante el Señor de la Misericordia, Dios Padre bueno, buen pastor que quiere borrar tus “culpas” porque no lleva cuentas del mal. Dios de entrañas de madre que con inmensa compasión “lava del todo” tu “delito”, y “limpia” tu pecado. Ante el Señor crucificado puedes ser tú misma.
Sin miedo, a reconocer tus heridas, tu fragilidad, tus errores, tu “culpa” y tu pecado porque sabes que Dios no quiere falsas apariencias ni perfeccionismos vacíos sino un “un corazón sincero”. Con un corazón sincero el Dios alfarero puede modelar, desde su sabiduría.
Dios puede recrearte,
si no te guardas tus cenizas, tus heridas, tu arcilla porque sabe que eres barro y Dios está deseando renovarte por dentro “con espíritu firme” y recrearte con “un corazón puro”.
Dios que te ha soñado,
desde antes de la creación del mundo no puede, no quiere arrojarte lejos de su rostro, no puede quitarte su “santo espíritu”. Porque es Dios y no reniega de sus promesas. Nada tienes que temer de Dios. El Señor no es libre, se ha atado con su humanidad ¡contigo! en el pacto “que por amor hice a David” (Is 55, 1-3).
Dios padre de misericordia no pide “sacrificios” externos, esos no le satisfacen. No quiere “holocaustos”. Quiere tu corazón desgarrado, tu “espíritu quebrantado”, tu “corazón quebrantado y humillado” para mimarlo, para quererlo, para devolverle la alegría de la resurrección… porque estamos destinados a la Pascua y eso es lo que la Cuaresma prepara.

Como un pastor vela por su rebaño… así tu Padre Dios te dice “velaré” por ti y te “libraré de todos los lugares” por los que te perdiste en ese “día nublado y sombrío”. Dios sale a tu encuentro para traerte de vuelta a casa, y te dice “te traeré a tu propia tierra, y te apacentaré en buenos pastos, y en los altos montes”. Es el tiempo de gracia y el Señor saldrá a buscar las ovejas perdidas, recogerá a las descarriadas para vendar sus heridas, curar sus enfermedades. El Señor es tu descanso y tu esperanza. El Señor te guardará y te apacentará como es debido (Ez 48,16).
ORACIÓN: Si Dios estuviera enamorado de mí... (Garcia pAredes)
Si Dios estuviera enamorado de mí, sería sonrisa, silencio y mirada, cercanía.
Si Dios estuviera enamorado de: mí, pensaría cómo acercarse, cómo hacerme llegar su cariño, como hacer que le quiera...
Soñaría mil regalos y encuentros y­ desearía que fuera consciente de cuánto desea estar conmigo, para hacerme feliz...
Si Dios estuviera enamorado de mí, utilizaría el universo como parábola, como gesto y mensaje, el viento como abrazo, la luz como beso, la noche como sueño, el agua para abrazarme, el aroma de las flores como presencia, la música como declaración.
Si Dios estuviera enamorado de mí, se ocultaría para ser buscado, jugaría a enamorarme, y estaría ahí siempre, en mis buenos y malos momentos, riendo conmigo y tratando de aliviar mi dolor si me ve triste...
Si Dios estuviera enamorado de mí, se monetaria ante mi indiferencia, y se entristecería ante mi traición, dejaría de mirarme por un tiempo; cuando yo me olvidara de él, pero me tendría siempre presente, le dolería mucho, y al menor gesto se conmovería.
Si Dios estuviera enamorado de mí, me daría su vida, me hablaría de mil formas, me ofrecería su tiempo y todo lo que tiene, pondría su tienda junto a mí, acabaría siempre perdonándome, me lavaría los pies, me curaría mis heridas, me diría un "te quiero" infinito. ¡Sí! Dios está enamorado de mí... También de ti...
¿Te das cuenta? ... ¡Tú eres el sentido de la Vida de Dios !
Todo existe por Ti, en Ti pensaba Dios antes de crear el mundo. Dios mismo Vive y muere por Ti. Todo, lo que tenga que ver contigo es importante para El.
Palabra...
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que llegaba la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. 
Durante la cena, cuando el Diablo había sugerido a Judas Iscariote que lo entregara, sabiendo que todo lo había puesto el Padre en sus manos, que había salido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se quitó el manto, y tomando una toalla, se ciñó. 
Después echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba ceñida. 
Llegó, pues, a Simón Pedro, el cual le dijo: -Señor, ¿tú me lavas los pies?
Jesús respondió: -Lo que yo hago no lo entiendes ahora, más tarde lo entenderás. 
Replicó Pedro: -No me lavarás los pies jamás.
Le respondió Jesús: -Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo. 
Le dijo Simón Pedro: -Señor, si es así, no sólo los pies, sino las manos y la cabeza. 
Le respondió Jesús: -El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, pues el resto está limpio.
Y vosotros estáis limpios, aunque no todos -conocía al que lo iba a entregar y por eso dijo que no todos estaban limpios-.
Cuando les hubo lavado los pies, se puso el manto, se reclinó y dijo: -¿Entendéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis maestro y señor, y decís bien. Pues si yo, que soy maestro y señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros mutuamente los pies. Os he dado ejemplo para que hagáis lo mismo que yo he hecho
(Juan 13, 1-15).
Al final el Principio: Contemplemos el Lavatorio.
(Adaptado de J.M. Olaizola “La Pasión en contemplaciones de papel”)
La mesa está preparada para la cena. Todos parecen esperar a ver si Jesús da indicaciones para empezar la cena…Jesús al fin se mueve, y siguiéndole se disponen todos alrededor de la mesa, pero en lugar de comenzar con las bendiciones rituales el maestro se levanta de nuevo y se dirige a una esquina ante la mirada intrigada del resto. En el suelo hay un lebrillo de barro y una jarra con agua, preparada para las purificaciones rituales.
Cuando se quita la túnica y agarra la jarra y una toalla y se vuelve a ellos se quedan todos inmóviles, sin saber que se espera de ellos. ¿Qué hace el maestro como si fuera un criado? ¿Piensa lavarles las manos?
Jesús comienza a lavar los pies de Andrés. Lo hace con mimo. En la sala solo se oye el hilillo de agua que sale de la jarra y cae en el lebrillo, y a lo lejos los ruidos de Jerusalén que se prepara para la noche.
El maestro seca los pies de Andrés con delicadeza, y este se levanta y vuelve a su puesto, reclinándose en uno de los bancos dispuestos alrededor de la mesa... Pedro no termina de entenderlo… ¿Es que con Jesús nada puede ser normal? ¿Por qué se comporta como un esclavo o una criada?
Permanece de pie, sin sentarse en el banquillo. ¡Señor, cómo me vas a lavar a mí los pies?» Lo que yo hago no lo entiendes ahora, lo entenderás más tarde», responde Jesús, mirándole con calma. Pedro no consigue controlar su irritación. Se enfurece por ese lenguaje que no comprende, y no puede evitar replicar con terquedad «No me lavaras los pies jamás». Los otros les miran con estupor. Pedro, grande y erguido, plantándole cara a Jesús, que, aún inclinado en el suelo, le mira con seriedad. Entonces el maestro deja la jarra, se alza despacio y queda frente al discípulo. “Si no te lavo, no tienes que ver conmigo”dice con pesadumbre y firmeza.
Pedro palidece. ¿Nada que ver con él? Si no entiende su vida de otro modo, si es su amigo, su maestro, su guía... En un instante se le quiebra la voz y aunque sigue sin entender nada dice "Señor, no solo los pies, sino las manos y la cabeza". Abrumado, se sienta en el taburete y deja que Jesús le lave los pies. Con delicadeza, con mimo, con ternura. Sentir la mano del amigo limpiándole el polvo le reconforta, pese a lo extraño de la escena.
El sorprendente ritual continúa hasta que el último de los doce está sentado de nuevo. Al fin Jesús se levanta, se pone el manto, vuelve a la mesa y se reclina en su puesto. Es Jesús el que habla primero, «¿Entendéis lo que os he hecho?». «Vosotros me Llamáis maestro y señor, y decís Bien. Pues si yo, que soy maestro y señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros mutuamente los pies. Os he dado ejemplo para que hagáis lo que yo hago».

(Adaptado de J.M. Olaizola “La Pasión en contemplaciones de papel”

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