De
#Profetas y #Bufones
En
una conversación reciente con un político, cristiano “militante”
como político y como cristiano me decía algo así: “a veces ser
cristiano y ejercer en un partido político te hace pasar por bufón:
no te toman en serio. Vas contra corriente, haces preguntas
incómodas, te permites decir lo que piensas y tratas de llevar a tu
vida y tu trabajo los valores del Evangelio... Eres el personaje
extraño en ese cuadro, el raro de la corte” y luego añadió “y
sin embargo ¡qué importante es como cristianos ser profetas aunque
nos tomen por bufones! Necesitamos bufones-profetas en cualquier
organización e institución, también en las de la iglesia”.
La
figura del Bufón nos es bastante familiar. Aparecen en numerosos
cuadros junto a reyes y emperadores. ¿Quien no conoce los cuadros de
bufones de Velázquez que los puso en primer plano en “Las
Meninas”? También tienen su papel en la dramturgía y aparecen por
ejemplo en la tragedia del Rey Lear de Shakespeare. De hecho, han
estado presentes en la cultura greco-romana desde Sófocles. En fin,
el termino “bufón” tiene una historia larga y diversas
acepciones, aquí se toma en el sentido de “personaje
cómico encargado de divertir a reyes y cortesanos con chocarrerías
y gestos”
(R.A.E).
¿Pero
qué tiene que ver esto con los profetas? ¿Qué
tienen de bufones hombres y mujeres por medio de quienes habla Dios
mismo?
Podríamos
decir que los profetas son personas inspiradas por Dios, para ver la
realidad como Dios la ve, esta visión genera una identidad y da una
misión denunciar que la historia se ha desviado del plan de Dios. El
profeta no sólo señala los males presentes, las realidades y
estructuras de pecado que niegan el sueño de Dios, también anuncia
que Dios traerá la salvación.
Por
tanto, sobre
el papel, bufones y profetas discurren por separado.
Pero en la historia de la salvación el anuncio de los profetas
inquieta a los satisfechos e insufla esperanza a los abatidos. Los
primeros tratarán de arrinconarlos o ningunearlos y reducirlos a
gente risible: bufones. Los segundos, a veces, reconocerán en ellos
la inspiración de Dios. Otras veces, el mismo pueblo creyente no
puede reconocer los gestos proféticos de sus conciudadanos “nadie
es profeta en su tierra” y también cae en la tentación de tomar
por bufones a los profetas de Dios.
Y
es que el oficio de profeta no es fácil.
Imaginemos a Oseas que recibe de Dios este encargo "Anda,
toma para ti una mujer prostituta y ten hijos de prostitución"
(Os 1,2)
y llama a tus hijos “Incompadecida” y “No-Pueblo-mío”. O
pensemos en Ezequiel
cavando un hueco en la muralla de la ciudad y pasando por él “Saca
tu equipaje en pleno día para que te vean... mientras aún estén
mirándote, sal de tu casa como lo hacen los cautivos... Cava un
hueco en la muralla a la vista de todos y sal por ese hueco”. O
imaginemos a Isaía anunciando a Acaz que espera la invasión de un
ejercito poderoso: “Vigilancia y calma” Is n7,3-4 y añadiendo
como señal de Dios que una joven está encinta del “Emanuel” Is
7,10-13. Traslademonos a la Jerusalén ocupada por los romanos para
contemplar a Ana, una anciana de más de 90 años que se pasa en el
templo día y noche para poder anunciar al Mesías. Escuchemos a
María, la joven ¡virgen-madre! que porta al niño Jesús en brazos
y que en su día hizo suyo el cántico de Ester: “Dios cumple la
palabra prometida a nuestro Padre Abraham” y derrotará a los
poderosos para ensalzar a los humildes. Fijémonos en Juan Bautista
anunciando el Juicio Final, vestido con pieles de fieras y comiendo
miel silvestre y “saltamontes”, escuchemos a Jesús de Nazaret
proclamando que el Templo, la institución central del poder político
y religioso de su tiempo, se destruiría pero que en tres días el lo
iba a restaurar, expulsando a mercaderes y cambistas... ¿Bufones o
profetas?
¿Quién
si estuviera allí no se reiría y menospreciaría a estos “profetas”
de la Escritura? ¿Quién no se reiría de sus bufonadas?
¿Seríamos mejores que Pilatos que no encuentra culpa en Jesús,
quizás sea un loco más, un predicador extravagante y lo manda a la
corte de Herodes para congraciarse con él? Herodes “se alegró
mucho” porque “esperaba verlo hacer algún milagro”, es decir,
quería que lo entretuviera a él y su corte. y Herodes tras burlarse
de él devuelve a Jesús a Pilatos con “un vestido esplendido” Lc
23,8-11. Jesús reducido a un bufón.
Y
sí, en cierta medida, en sus gestos y discursos desconcertantes,
fuera de lugar en tanto que risibles hacen de todos estos personajes
de la historia de la salvación bufones a los ojos de los que tienen
ojos pero no ven y oídos pero no oyen ¡quiera Dios que se nos abran
los ojos del corazón! Porque aún
hoy hay “cristianos” que siguen haciendo bufonadas.
Los
hay al menos de dos tipos. “Cristianos” que condescienden y
negocian con Mamon para asegurarse cargos de prestigio o mantener un
sueldo, influencia y poder y a tal fin; alagan, ríen y hacen de
comparsa a sus señores y sus cortesanos (de quienes el beato to
Monseñor Romero diría son bautizados pero no cristianos). Y gracias
a Dios, los hay que como los actores de la historia de la salvación
son los que llamaremos “bufones
por amor de Dios”.
Son esas monjas americanas que recorren EEUU en un bus para dar a
conocer la labor de la Iglesia, se movilizan contra los recortes de
derechos, contra los CIES, contra los feminicidios... esos que dan
abrazos gratis por la calle o que reparten sonrisas con sus narices
de payaso o sus globos de colores para anunciar que hay cosas más
importantes que el dinero. Los puedes ver encadenados a edificios o
cortando carreteras para gritar que tierra solo hay una y que tenemos
que cuidarla... ¿profetas o bufones?
Bufones
para este mundo por estrafalarios, extraños por “freaks” y
bufones
quizás también para Dios pero en otro sentido
bien distinto: porque Dios los mira y le hacen sonreír y esa sonrisa
de Dios es un mensaje para el mundo:
“estos son mis hijos en quienes me complazco... escuchadles”.