Cuaresma
Camino de formación del Corazón...
Chema Segura, sj.
Mensaje del
Papa Francisco para la Cuaresma 2015.
Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien
desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al
tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu
y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En
definitiva, un corazón pobre, que conoce
sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.
1.
Tiempo de renovación: La Cuaresma es un
tiempo de renovación para la Iglesia, para las
comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2
Co 6,2). Dios no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno/a, nos
conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de
nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede.
2.
Revestidos de Cristo: El cristiano es
aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo
revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres.
3.
Déjate cuidar: La Cuaresma es un
tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Nos
lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que
Jesús le lavase los pies, pero después entendió que Jesús no quería ser sólo un
ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Sólo podemos lavar sus
pies a otros quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo.
4.
La Iglesia es
Comunión de los Santos porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es
comunión de cosas santas:…En esta comunión de los santos y en esta
participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que
tiene es para todos. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo,
los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos.
5.
Ser signos de Dios
para otros:
La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un
signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma
humanidad. El sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión,
porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi
dependencia de Dios y de los hermanos.
6.
No tienes que ser
perfecto/a.
Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras
posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el
amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer
que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.
Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad
eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que recen
por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los guarde.
Vaticano, 4 de octubre de 2014. Fiesta de san Francisco de Asís.
Déjate servir por Dios.
Deja que Dios sane las heridas de tu corazón.
¿Tienes sed?, ven a beber agua, ¡es gratis!
¿No
tienes dinero?¿No tienes méritos que presentar al Padre Dios?, no pasa nada estamos
en tiempo de GRACIA: “venid, y de balde adquirid trigo, y comed”; ¡sin pagar
nada! “adquirid vino y leche”.
Es CUARESMA, tiempo de llenarse de lo que de verdad
importa,
“¿Por qué dar dinero a cambio de lo que no
es pan?¿Por qué dar vuestro salario por algo que no deja satisfecho?”
Haz
un hueco para que el Señor entre en tu rutina, en tu sed, en tu hambre y te
renueve.
“Oídme
bien y comeréis buenos alimentos, comeréis cosas deliciosas. Venid a mí y
prestad atención, escuchadme y viviréis.”
CUARESMA es tiempo de regenerarse dice el
Papa Francisco,
Vuelve a casa, porque el Señor está a la
mesa y te espera: “Vamos a volver al Señor: él nos despedazó y nos sanará, nos
hirió y nos vendará la herida. En dos días nos hará revivir, al tercer día
nos restablecerá y viviremos en su presencia.”
Es tiempo de recordar,
de volver a dejar que la Palabra resuene
en nuestro corazón, tiempo de espera confiada en que el Señor viene para salvar
“como la lluvia, como aguacero que empapa la tierra”. Y no te agobies por
toooodo lo que vas a cambiar y tooodos los propósitos de Cuaresma que lo que el
Señor quiere es “lealtad” no sacrificios vacíos, “conocimiento de Dios” y no
perfeccionismos ofrecidos como “holocaustos.” (Os 6,1-6).
No es tiempo de temer,
mírate sin miedo porque estás ante el Señor de la
Misericordia. El compasivo es Quien te acompaña en tu caminar hacia la Pascua. Estás
ante el Señor de la Misericordia, Dios Padre bueno, buen pastor que quiere
borrar tus “culpas” porque no lleva cuentas del mal. Dios de entrañas de madre
que con inmensa compasión “lava del todo” tu “delito”, y “limpia” tu pecado. Ante
el Señor crucificado puedes ser tú misma.
Sin
miedo, a reconocer tus heridas, tu fragilidad, tus errores, tu “culpa” y tu pecado
porque sabes que Dios no quiere falsas apariencias ni perfeccionismos vacíos
sino un “un corazón sincero”. Con un corazón sincero el Dios alfarero puede
modelar, desde su sabiduría.
Dios
puede recrearte,
si no te guardas tus cenizas, tus heridas,
tu arcilla porque sabe que eres barro y Dios
está deseando renovarte por dentro “con espíritu firme” y recrearte con “un
corazón puro”.
Dios que te ha soñado,
desde antes de la creación del mundo no
puede, no quiere arrojarte lejos de su rostro, no puede quitarte su “santo espíritu”.
Porque es Dios y no reniega de sus promesas. Nada tienes que temer de Dios. El
Señor no es libre, se ha atado con su humanidad ¡contigo! en el pacto “que por amor hice a David” (Is 55, 1-3).
Dios
padre de misericordia no pide “sacrificios” externos, esos no le satisfacen. No
quiere “holocaustos”. Quiere tu corazón desgarrado, tu “espíritu quebrantado”, tu
“corazón quebrantado y humillado” para mimarlo, para quererlo, para devolverle
la alegría de la resurrección… porque estamos destinados a la Pascua y eso es
lo que la Cuaresma prepara.
Como un pastor vela por su rebaño… así tu
Padre Dios te dice “velaré” por ti y te “libraré de todos los lugares” por los
que te perdiste en ese “día nublado y sombrío”. Dios sale a tu encuentro para
traerte de vuelta a casa, y te dice “te traeré a tu propia
tierra, y te apacentaré en buenos pastos, y en los altos montes”. Es el
tiempo de gracia y el Señor saldrá a buscar
las ovejas perdidas, recogerá a las descarriadas para vendar sus heridas, curar
sus enfermedades. El Señor es tu descanso y tu esperanza. El Señor te guardará
y te apacentará como es debido (Ez 48,16).
ORACIÓN: Si Dios estuviera
enamorado de mí... (Garcia pAredes)
Si Dios estuviera enamorado de mí, sería
sonrisa, silencio y mirada, cercanía.
Si Dios estuviera enamorado de: mí,
pensaría cómo acercarse, cómo hacerme llegar su cariño, como hacer que le
quiera...
Soñaría mil regalos y encuentros y desearía
que fuera consciente de cuánto desea estar conmigo, para hacerme feliz...
Si Dios estuviera enamorado de mí, utilizaría
el universo como parábola, como gesto y mensaje, el viento como abrazo, la luz
como beso, la noche como sueño, el agua para abrazarme, el aroma de las flores
como presencia, la música
como declaración.
Si Dios estuviera enamorado de mí, se ocultaría
para ser buscado, jugaría a enamorarme, y estaría ahí siempre, en mis buenos y
malos momentos, riendo conmigo y tratando de aliviar mi dolor si me ve
triste...
Si Dios estuviera enamorado de mí, se monetaria
ante mi indiferencia, y se entristecería ante mi traición, dejaría de mirarme
por un tiempo; cuando yo me olvidara de él, pero me tendría siempre presente, le dolería mucho, y al menor gesto se conmovería.
Si Dios estuviera enamorado de mí, me daría su vida, me hablaría de mil formas, me
ofrecería su tiempo y todo lo que tiene, pondría su tienda junto a mí, acabaría
siempre perdonándome, me lavaría los pies, me curaría mis heridas, me diría un
"te quiero" infinito. ¡Sí! Dios está enamorado de mí... También de
ti...
¿Te das cuenta? ... ¡Tú eres el sentido de la
Vida de Dios !
Todo existe por Ti, en Ti pensaba Dios antes de
crear el mundo. Dios mismo Vive y muere por Ti. Todo, lo que tenga que ver
contigo es importante para El.
Palabra...
Antes de la fiesta de
Pascua, sabiendo Jesús que llegaba la hora de pasar de este mundo al Padre,
habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el
extremo.
Durante la cena, cuando
el Diablo había sugerido a Judas Iscariote que lo entregara, sabiendo que
todo lo había puesto el Padre en sus manos, que había salido de Dios y volvía a
Dios, se levantó de la mesa, se quitó el manto, y tomando una toalla, se
ciñó.
Después echó agua en una
jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la
toalla que llevaba ceñida.
Llegó, pues, a Simón
Pedro, el cual le dijo: -Señor, ¿tú me lavas los pies?
Jesús respondió: -Lo que
yo hago no lo entiendes ahora, más tarde lo entenderás.
Replicó Pedro: -No me
lavarás los pies jamás.
Le respondió Jesús: -Si
no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.
Le dijo Simón Pedro:
-Señor, si es así, no sólo los pies, sino las manos y la cabeza.
Le respondió Jesús: -El
que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, pues el resto está
limpio.
Y vosotros estáis
limpios, aunque no todos -conocía al que lo iba a entregar y por eso dijo
que no todos estaban limpios-.
Cuando les hubo lavado
los pies, se puso el manto, se reclinó y dijo: -¿Entendéis lo que os he
hecho? Vosotros me llamáis maestro y señor, y decís bien. Pues si yo,
que soy maestro y señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros
mutuamente los pies. Os he dado ejemplo para que hagáis lo mismo que yo he
hecho
(Juan 13, 1-15).
Al final el Principio: Contemplemos el
Lavatorio.
(Adaptado de J.M. Olaizola “La Pasión en contemplaciones de papel”)
La mesa está preparada
para la cena. Todos parecen esperar a ver si Jesús da indicaciones para empezar
la cena…Jesús al fin se mueve, y siguiéndole se disponen todos alrededor de la
mesa, pero en lugar de comenzar con las bendiciones rituales el maestro se
levanta de nuevo y se dirige a una esquina ante la mirada intrigada del resto.
En el suelo hay un lebrillo de barro y una jarra con agua, preparada para las
purificaciones rituales.
Cuando se quita la túnica
y agarra la jarra y una toalla y se vuelve a ellos se quedan todos inmóviles,
sin saber que se espera de ellos. ¿Qué hace el maestro como si fuera un criado?
¿Piensa lavarles las manos?
Jesús comienza a lavar
los pies de Andrés. Lo hace con mimo. En la sala solo se oye el hilillo de agua
que sale de la jarra y cae en el lebrillo, y a lo lejos los ruidos de Jerusalén
que se prepara para la noche.
El maestro seca los pies
de Andrés con delicadeza, y este se levanta y vuelve a su puesto, reclinándose
en uno de los bancos dispuestos alrededor de la mesa... Pedro no termina de
entenderlo… ¿Es que con Jesús nada puede ser normal? ¿Por qué se comporta como
un esclavo o una criada?
Permanece de pie, sin
sentarse en el banquillo. ¡Señor, cómo me vas a lavar a mí los pies?» Lo que yo
hago no lo entiendes ahora, lo entenderás más tarde», responde Jesús, mirándole
con calma. Pedro no consigue controlar su irritación. Se enfurece por ese
lenguaje que no comprende, y no puede evitar replicar con terquedad «No me
lavaras los pies jamás». Los otros les miran con estupor. Pedro, grande y
erguido, plantándole cara a Jesús, que, aún inclinado en el suelo, le mira con
seriedad. Entonces el maestro deja la jarra, se alza despacio y queda frente al
discípulo. “Si no te lavo, no tienes que ver conmigo”dice con pesadumbre y firmeza.
Pedro palidece. ¿Nada que ver con él? Si no entiende su
vida de otro modo, si es su amigo, su maestro, su guía... En un instante se
le quiebra la voz y aunque sigue sin entender nada dice "Señor, no solo
los pies, sino las manos y la cabeza". Abrumado, se sienta en el taburete
y deja que Jesús le lave los pies. Con delicadeza, con mimo, con ternura.
Sentir la mano del amigo limpiándole el polvo le reconforta, pese a lo extraño
de la escena.
El sorprendente ritual
continúa hasta que el último de los doce está sentado de nuevo. Al fin Jesús se
levanta, se pone el manto, vuelve a la mesa y se reclina en su puesto. Es Jesús
el que habla primero, «¿Entendéis lo que os he hecho?». «Vosotros me Llamáis
maestro y señor, y decís Bien. Pues si yo, que soy maestro y señor, os he
lavado los pies, también vosotros debéis lavaros mutuamente los pies. Os he dado
ejemplo para que hagáis lo que yo hago».
(Adaptado de J.M. Olaizola “La
Pasión en contemplaciones de papel”