Contemplación del Nacimiento
“Ponme con tu
Hijo”
Tú,
Madre, has sido
Tú
fuiste la única
que
comunicó al Verbo su cuerpo
para
ser encarnado.
Tu
mano, suave,
llena
de amor indecible,
fue
formando aquel hombre
que
había de llevar
una
vida de trabajador humilde,
y
que, después de vivir pobremente
la
vida de apóstol,
se
ofreció desnudo
sobre
el ara de un leño áspero,
símbolo
de la ignominia.
Ayúdanos,
Madre,
Y
fórmanos como otro Jesús.
Tú
puedes hacerlo
de
un modo muy especial:
la
mano de madre es insustituible:
no
se ha inventado
ni
el hombre podrá inventar jamás
con
toda su técnica,
ningún
sustitutivo
para
la mano y el corazón
de
una madre.
Te
lo pido, Señora:
‘Muestra
que eres Madre’.
Ponme
con tu Hijo
Y
hermano mayor mío, Jesús.
Pedro Arrupe
Pistas para la oración:
rezar es contemplar con
todo acatamiento y reverencia posible.
ü Pedir lo que quiero: “conocimiento interno del Señor, que por mí
se ha hecho hombre, para que más le ame y le siga.”
ü Leer el texto despacio. ¿Qué palabras resaltan? ¿Qué me llama la atención?
El primer
punto es ver: a nuestra Señora, a José, y al niño Jesús recién nacido.
Me situó en la escena como un pobrecito y esclavito indigno, mirándolos,
contemplándolos y sirviéndolos en sus necesidades, como si presente me hallase,
con todo acatamiento y reverencia posible.
El segundo
punto es escuchar atentamente: ¿De qué hablan José y María? José se ha fiado del Dios que habla en los sueños.
Su amor a María y su fe le ha impedido repudiarla. ¿Qué estará pensando José? ¿Y
María? A María le han anunciado que
va a ser la madre del Hijo del Altísimo ¿Tendrá dudas? ¿Qué hablará con José en
estos momentos? Quizás se miran en silencio contemplando el Misterio, quizás
dan gracias admirados por el don de la vida. Los pastores han sido testigos accidentales de un acontecimiento increíble.
Son los únicos que se enteran del nacimiento. En el campo, en las afueras,
lejos de la gente importante.
El tercer
punto el esfuerzo de José y María, el riesgo que Dios corre de
encarnarse para nacer en suma pobreza y
todo esto por mí.
Ideas de fondo:
Para descubrir al “Maravilla de Consejero, Dios Fuerte, Siempre Padre, Príncipe de Paz”
que anuncia Isaías en el niño envuelto en pañales hay que verlo con los ojos
del corazón.
Para ver que este niño viene a ser una luz grande
para quienes están en tinieblas, para poder reconocer como Señor del mundo a
quien ni siquiera ha tenido sitio en la posada, hemos de dejar que Dios nos “afecte”
el corazón.
- Para descubrir que la señal de que Dios viene es un niño naciendo pobre en un pesebre y envuelto en pañales tenemos que dejar que Dios nos instruya en su modo de hacer las cosas.
- Contemplar al Dios-niño es pedir sentir su luz para que acreciente nuestra luz interior, de modo que podamos ver las cosas según Dios.
- Contemplar es rezar “con todo acatamiento y reverencia posible”, como esclavitos indignos.
- Somos como los pastores. ¡Pero el Señor hace sitio para nosotros en el Belén!
- Puede que seamos como esos personajes “extraños” de los belenes que los niños pequeños añaden. Los muñecos del playmobil, el pato que es más grande que el niño, los coches de los peques… para Dios nadie sobre en el Belén.
- El portal no es sitio para un niño menos aún para un Dios. Si Dios nació allí, puede nacer en ti. Puede, porque quiere. Porque no depende de ti ni de como de limpio o apañadico este tu corazón. Es el amor de Dios el que posibilita la encarnación, es el amor de Dios el que media el si de María y la complicidad de José. Es el Amor de Dios quien nace y a quien estamos “aguardando la feliz esperanza” Tito 2,13.
- Puede que nuestro corazón, nuestras manos, nuestros ojos estén “sucios”, “empecatados” “pesados” por las veces que no hemos servido, amado, querido, acompañado. Dios nació en un pesebre, con hedor de animales, orines, arropado por paja húmeda, con frío, y pobre. Dios puede nacer en tu corazón esté como esté.
- Callemos.
“Dios con nosotros en extrema pobreza,
desde los márgenes, en Belén…
el que se
hace pan, se parte, se rompe y se reparte nace en la Casa del Pan… alimento y vida…
Ya el Centro de la historia
brotó en el margen.
A nadie rechaza, no tiene argumentos.
A todos se ofrece, es
pura presencia.
Es todo el misterio.
Callemos.”
(Benjamín González Buelta)
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